Llevamos tiempo buscando sin éxito alguno el portál que nos daría acceso de nuevo al paraíso y de lo cual se cuenta que se retiró después del asunto de la serpiente y la historia de la manzana del árbol prohibido.
¿Seguro? ¿O lo tenemos delante de nuestras narices y no somos capaces de verlo?
Dicen, que al final del sexto día terminó la modelación de nuestro hogar y el Gran Maestro lo dejó en nuestros manos de amueblarlo y se retiró hacia arriba, encantado con su trabajo bien hecho. Más tarde se enfureció y ¿de verdad nos expulsó por no obedecer su deseo padrino? Por lo ciego que antuvimos por el mundo, compadeciéndonos por haber perdido el paraíso, no nos dimos cuenta - aunque hemos explorado este mundo hasta el último rincón y no hemos encontrado nada que pudiera parecer una puerta a la felicidad eterna - que probablemente seguimos dentro, pisándolo con los dos pies a diario.
A lo largo de la historia se imaginaba que nos movimos en un disco y - llegado a sus bordes - se topó con monstruos salidos de las fábulas. Con un solo paso demás el demasiado curioso cayó al vacío sin posibilidad de regreso, al margen que por debajo existió el inframundo, ocupado por todos los que no tenían sitio más arriba, donde siguen viviendo los buenos después de que se apagaron sus lucecitas de presencia en la superficie firme.
De plano a redondo en todas las dimensiones que conocemos y las que todavía van a ver, una teoría cuyo difusión en voz alta se pagó con la vida en aquel época. Un descubrimiento más tarde se transformó el trozo de tierra central con la forma de una galleta hinchándolo como un balón. Localizable en el centro del universo y todas las almas de los ancestrales, que iluminan el cielo en una noche sin nubes, giran alrededor. El más reciente acontecimiento permite nuestra Madre Tierra ser una entre x-millones de bolitas en un espacio sin fin. No obstante, tanta investigación y avance científico tampoco ha dado con el paraíso de las leyendas antiguas.
Por fracasar en todas estas búsquedas en vano, el humano empezó a construirse sus propios paraísos, pero con muy poca imaginación y gusto discutible. En vez de amueblar lo que hay a la vista, lo tiramos abajo, lo arrasamos, lo destruímos. Necesitamos espacio para nuestras construcciones abstractas de los cuales decímos y decidímos que representan nuestro lugar divino, sustituyendo al paraíso perdido.
Apenas hay tiempo para parar y echar un vistazo a lo que queda del hogar que se nos ha arrendado después de seis días de obra intensa. Somos tan arrogantes que creemos que podamos mejorar todo, somos tan ocupados y estresados de convertir este espacio en nuestra idea de un lugar paradisíaco que no nos damos cuenta que es incompatible con lo que queda de nuestra tierra. [Casi] Nadie se atreve perder un solo momento, lo que duraría levantar la cabeza y abrir los ojos, para observar qué bonito [aún] es nuestro mundo - ya no en todos los lugares, pero todavía los hay.
Una vez nuestra Madre Tierra y el Gran Maestro nos dieron una lección. Todos subieron al Arca, de dos en dos por especie. Cuando el cielo se despejó, su única obligación ha sido vivir, juntos, en paz. Solo el humano fracasó.
Año tras año tras año agujereamos donde andamos y quitamos hasta montañas para apoderarnos del oro, de lo cual creemos que es la esencia de la vida, a que nos enriquezca y somos más pobres que nunca. Con los ojos obcecados no somos capazes de ver el verdadero oro de la vida, que cuesta solamente una mirada.
Un día caminando por mi paraíso sí me enriqueció, aunque mi cartera sigue siendo vacía...
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