domingo, 7 de septiembre de 2008

La puerta celeste



Dicen las leyendas que los Dioses eligieron la isla como refugio, conocida entonces como 'La Afortunada' y fuera del alcance de los mortales. Allí se instalaron en sus mansiones para un merecido descanso, una vez acabados sus trabajos, que consistían en heroicidades y también fechorías.

Bajaron desde el cielo, porque el recorrido a través de las nubes era más rápido que por tierra firme y porque desde allí arriba estaba el único acceso a este sitio remoto, impidiendo así la entrada a los indignos a este lugar divino.



La puerta celeste se encuentra donde las columnas del firmamento se apoyan temporalmente en las cúpulas de la tierra firme. Pasaron muchos dioses por estas puertas, sobre todo los de la saga griega, en búsqueda de tranquilidad, lejanía y el disfrute de la belleza que ofreció esta isla.

Si se encuentra algún día en lo más alto de una montaña rodeado de nubes, preste mucha atención, porque aún puede ver bajando los dioses y diosas a estas preciosas tierras.



Fotogénicos y curiosos


Claro que a todos nos gusta que nos saquen una instantánea lo mejor posible cuando nos tomen una foto para la posterioridad, aunque las fotos más graciosas a veces salen justo cuando menos esperamos haber sido eternizados. Las fotos 'artificiales', como a mi me gusta llamarlas, estas grabaciones donde enseñamos unas risas falsas con posturas imposibles, serán colocadas en los álbunes familiares, que luego nadie quiere ver. Pero las tomas 'naturales', cuando nos graban justo en estos momentos menos esperados, se convierten realmente en las más buscadas y (ad)miradas.



Mientras nosotros nos colocamos en la mejor postura para perfilar toda nuestra gracia en una sola foto, o por lo menos pensamos que lo estamos haciendo, a los animales les mueve la curiosidad acercándose a la lente de la cámara. La inocencia y el movimiento natural les convierte en los modelos mejor valorados por los artistas fotográficos, que sean profesionales o amateurs, que sus competidores humanos.



La curiosidad les hace acercarse e imitar al personaje, que está detrás de este aparato con un único ojo. Los animales observan con cierta despreocupación a la persona de enfrente, que está haciendo el payaso doblándose, torciéndose y tirándose al suelo en poses abstractas, buscando la perspectiva perfecta. Y parece que esten divierténdose y siguiendo nuestro juego.



Vivir solo una noche

Durante una limpieza en el jardín - quité todo esto, que llamamos 'malas hierbas' y ¿porqué? - me acercé de espaldas a un cactus, y como no pudo ser de otra manera, me pinchó donde más nos duele. Dándome la vuelta para insultarlo, me dí cuenta de que solo quería defender su sitio en este jardín. Le hubiera empujado y probablemente hubiera caído de espaldas. Le rodeé y en lo más alto de su corona ví algo blanco, protegido a esta altura por largos y duros pinchos que cubrieron todo el tronco de unos dos metros hacía el cielo.

La curiosidad me hizo escalar el muro que estaba a poca distancia, para poder ver mejor este descubrimiento. Ha sido una flor. Pero no solo una flor normal y corriente, sino LA FLOR. Blanca, como la nieve que nunca ha cubierto estas tierras, con unos pétalos que acababan en pico, con un ligero tono de rojo en sus puntiagudos pétalos, protegiendo sus filamentos que van de un suave amarillo claro a un naranja pálido en sus bulbos.

Llevo años limpiando este jardín, pero nunca me fijé en este cactus. Quizás por eso me llamó la atención a su manera, algo brusca. Y lo ha logrado. Ahí arriba, lo mejor preparado para rechazar cualquier ataque e inalcanzable para los seres vivos, se expuso como una auténtica joya sobre su reino. Esta flor solo vive una noche. Por eso nunca noté su presencia, quizás efímera y volátil, pero sin duda plena de belleza.

Tanto armamento a tanta altura para proteger la Reina de una sola Noche. Que pobres somos los humanos. Llevamos años y años con distintos medios para mejorar nuestro aspecto, para camuflar una no deseada apariencia, para esconder nuestro envejecimiento, para querer tener una presencia envidiable durante el más largo tiempo posible. Y una simple flor tan bella se limita a enseñar toda su hermosura solo durante unas pocas horas y para colmo, abre su cáliz poco antes de anochecer, brilla con todo su esplendor escondido bajo el manto de la oscuridad y muere con los primeros rayos del sol del nuevo día.

No quiere mantenerse, ni lo intenta. No la hace falta público, ni aplausos, ni espectáculo. Vive una sola noche a lo más grande que se puede imaginar - para si misma.

Me gusta esta flor, la 'Reina de la Noche'.