La mar es un fenómeno de la naturaleza incansable, que solo se ve similar en los primeros días o meses de vida de los seres vivos. Los cachorros de toda la clase de seres intentan levantarse y andar, y aún se caerán decenas de veces, no pararán hasta haberlo conseguido.
Las interminables olas, en sus repetidos y repetidos intentos de alcanzar la tierra firme, parecen ser estas crías, que no se cansan, aunque en un principio fracasan. Puesto que algún día de estos, los niños se levantarán y - andarán. Si las olas finalmente logran su objetivo, con cierta seguridad puedo decir, nosotros ya no vamos a saberlo.
Las interminables olas, en sus repetidos y repetidos intentos de alcanzar la tierra firme, parecen ser estas crías, que no se cansan, aunque en un principio fracasan. Puesto que algún día de estos, los niños se levantarán y - andarán. Si las olas finalmente logran su objetivo, con cierta seguridad puedo decir, nosotros ya no vamos a saberlo.
La mar siempre ha fascinado a los humanos, ó por ser una fuente de alimentación ó por ser la razón de increíbles historias, partiendo de los secretos de unas profundidades oscuras. Muy temprano, el hombre ha buscado la forma de dominar esta fuente de toda la vida terrestre - y siempre fracasó. La paciencia de la mar, casi siempre bondadosa y generosa, nos permite que sigamos viviendo, que sigamos vivos.
A mi personalmente me llama la atención estos intentos infinitos, incansables, insaciables de alcanzar nuestro hábitat. A lo lejos, todas las olas parecen iguales. Cuando rompen en las playas, acantilados o los monolitos en el agua, se dispersan en millones y millones de gotas grandes, pequeñas y apenas visibles, dejando unas formas extravagantes nuevas cada vez. Me paso horas sentado delante de estas fascinantes obras de arte en movimiento. Y cuanto más tiempo estoy sentado allí en primera fila, más tengo la impresión, de que la mar lo hace solo para mi, me ve, me observa y quiere que contemple su espectáculo. Y yo - me quedo!