Durante el ocaso vuelve la calma en el paisaje montañoso del interior de la isla. Los turistas diurnos han regresado a sus hoteles y pensiones, preparándose para la cena y la fiesta de la noche. En algunos pueblos marineros de la costa oeste aún hay espectadores observando los últimos brillos del sol mientras este desaparece lentamente en el horizonte, hundiéndose poco a poco en el mar, iluminando el cielo con un gran arco de colores.
En las montañas regenta la tranquilidad, nada queda del ajedreo del día - autobuses y coches, y más autobuses y más coches. Las cabras, gaviotas, cuervos y ardillas de nuevo se han adueñado de las carreteras en las montañas y de los miradores a lo largo de la isla.
En esta tranquilidad, a escasos minutos del anochecer, se están cambiando los colores de las montañas. Los colores brillantes paisajísticos bajo el sol durante el día - tonos suaves en marrón, ocre y color arena - se convierten en tonos más calientes y fuertes. Los contrastes aumentan hasta el límite de "ó luz ó sombra", hasta el punto que el ojo humano únicamente percibe impresiones de siluetas en este escenario de la naturaleza.
Hace milenios, la vida humana se paralizó en este instante y se reanudó con los primeros rayos de luz del próximo día. En las montañas alejadas parece que sigue así, quedándose tapado todo con el manto de la noche, pausando la vida hasta el nuevo día.
Hace milenios, la vida humana se paralizó en este instante y se reanudó con los primeros rayos de luz del próximo día. En las montañas alejadas parece que sigue así, quedándose tapado todo con el manto de la noche, pausando la vida hasta el nuevo día.
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